sabato 20 aprile 2013

LAS TRECE ROSAS


Que mi nombre no se borre en la historia…

Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar». Así decía Julia Conesa Conesa en la carta que dirigió a su progenitora, que concluía con el ruego «que mi nombre no se borre en la historia».
Poco antes de ser fusilada en la madrugada del 5 de agosto de 1939 contra la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid junto a 12 compañeras más, siete de ellas menores de edad, que pasaron a ser recordadas como Las Trece Rosas. Junto al mismo paredón, minutos antes, fueron ajusticiados 43 militantes y compañeros de la Juventud Socialista Unificada. Los 56 ajusticiados de aquel 5 de agosto fue una más de tantas sacas con que el nuevo régimen castigó a los vencidos.


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